1 de noviembre de 2014

Las Ruinas de la Memoria (I)





Dicen que no hay nada como volver a un sitio que sigue igual para darse cuenta de los cambios que hemos experimentado; aún más cuando en ese lugar confluyen borrosos y felices recuerdos de la infancia: olores de fin de semana, comidas familiares, caza sigilosa de gatos junto a mi hermano (con el único objetivo de acariciarlos), baños helados en la balsa... y ahora, después de tantos años, esta vieja huerta me vuelve a dar la bienvenida, y sigue oliendo a fin de semana, aunque en la balsa haya un cartel que prohíbe bañarse, y tan sólo un gato que no conozco mirando con desconfianza; tampoco hay ya comidas familiares aquí, ni están mis abuelos... el Alzheimer llegó mientras mi infancia desaparecía, cuando pude comprender lo que pasaba ya era demasiado tarde, me di cuenta de las preguntas que ya no podría hacer, de las conversaciones que ya no serían, de los momentos perdidos...

...y de nuevo estoy aquí, frente a esta colorida casa medio derruida, en un lugar que recordaba mucho más grande, frente a unas paredes llenas de fotografías, de artesanía, de memoria... frente a las ruinas de un reflejo en el que ni tan siquiera se puede intuir la luz que hubo una vez allí.