10 de septiembre de 2014

La vida es sueño (Acto II - Escena VI)

Basilio:
Pésame mucho que cuando,
príncipe, a verte he venido,
pensando hallarte advertido,
de hados y estrellas triunfando,
con tanto rigor te vea,
y que la primera acción
que has hecho en esta ocasión
un grave homicidio sea.

¿Con qué amor llegar podré
a darte ahora mis brazos,
si de sus soberbios lazos,
que están enseñados sé
a dar muerte? ¿Quién llegó
a ver desnudo el puñal
que dio una herida mortal,
que no temiese? ¿Quién vio
sangriento el lugar, adonde
a otro hombre dieron muerte,
que no sienta? Que el más fuerte
a su natural responde.

Yo así, que en tus brazos miro
de esta muerte el instrumento,
y miro el lugar sangriento
de tus brazos me retiro;
y, aunque en amorosos lazos
ceñir tu cuello pensé,
sin ellos me volveré,
que tengo miedo a tus brazos.

Segismundo:
Sin ellos me podré estar
como me he estado hasta aquí,
que un padre que contra mí
tanto rigor sabe usar,
que con condición ingrata
de su lado me desvía,
como a una fiera me cría,
y como a un monstruo me trata
y mi muerte solicita,
de poca importancia fue
que los brazos no me dé
cuando el ser de hombre me quita.

Basilio:
Al cielo y a Dios pluguiera
que a dártele no llegara;
pues ni tu voz escuchara,
ni tu atrevimiento viera.

Segismundo:
Si no me le hubieras dado,
no me quejara de ti;
pero una vez dado, sí,
por habérmele quitado;
que aunque el dar el acción es
más noble y más singular,
es mayor bajeza dar,
para quitarlo después.

Basilio:
¡Bien me agradeces el verte,
de un humilde y pobre preso,
príncipe ya!

Segismundo:
Pues en eso
¿qué tengo que agradecerte?

Tirano de mi albedrío,
si viejo y caduco estás
muriéndote, ¿qué me das?
¿Dasme más de lo que es mío?
Mi padre eres y mi rey;
luego toda esta grandeza
me da la naturaleza
por derechos de su ley.

Luego, aunque esté en este estado,
obligado no te quedo,
y pedirte cuentas puedo
del tiempo que me has quitado
libertad, vida y honor;
y así, agradéceme a mí
que yo no cobre de ti,
pues eres tú mi deudor.


Calderón de la Barca