7 de junio de 2014

Orestes

¡El puñal, el puñal, hermana mía!
Repudio la bebida que envenena;
no merece una muerte tan serena
quien supo asesinar a sangre fría.

El adulterio no merecería
castigo tan cruel; sólo enajena;
pero en mi mente sin cesar resuena
el grito de mi padre cada día.

Madre y amante en pacto tenebroso
para arrancar la vida del esposo,
por el puñal del hijo han de morir.

Y si las Furias han de perseguirme,
de lugar en lugar habré de irme,
pero nunca de mí tendré que huir.