El verano era para mí jugar al
escondite
hasta las doce en la plaza del
pueblo,
aunque ya no haya pueblo, ni plaza,
ni doce que se me resistan, y el
escondite sea
tan sólo una ilusión que, a veces,
me asalta.
Imagino, ahora que el verano como
lo soñé está escrito,
que el tiempo busca el recuerdo
para medirse.
Debo suponer entonces que he
vivido,
que fui yo y no otra
la que se enamoró del reloj
aquellas noches,
la que ahora puede meter la mano en
el pasado
y arrancar una de aquellas rosas
-borrosas ahora-
con las que el recuerdo me
consuela.
Soy yo,
la que nunca pensó que podría
escribir
sobre “el paso del tiempo”:
-¡Buá, estos poetas…! –decía.
Yo,
la que se salvó:
-¡por mí y por todos mis
compañeros!
Rocío Saavedra