29 de enero de 2014

Domine, quo vadis?


Luigi Garzi

El resultado de mis predicaciones no había sido pasado por alto por el emperador, no era difícil saber que en los próximos días sería prendido, acusado de idolatría y ejecutado. Recogí mis pocas pertenencias y me dispuse a abandonar la ciudad al alba, para no alterar el orden público. Tras un largo trecho de la Vía Apia vislumbré un fulgor en la distancia... al aproximarme reconocí su figura, cargaba una cruz.

Ya sabía el porqué de su presencia, con cierta resignación y asumiendo mi tarea pregunté:

- Adónde vas, Señor?

Él contestó:

- A Roma, a ser crucificado de nuevo.