17 de octubre de 2012

El genio de la multitud

Hay suficiente traición, odio,
violencia,
necedad en el ser humano
corriente
como para abastecer cualquier ejército o cualquier
jornada.

Y los mejores asesinos son aquellos
que predican en su contra.
Y los que mejor odian son aquellos
que predican amor.
Y los que mejor luchan en la guerra
son –al final- aquellos que
predican
paz.

Aquellos que hablan de Dios
necesitan a Dios.
Aquellos que predican paz
no tienen paz.
Aquellos que predican amor
no tienen amor.
Cuidado con los predicadores,
cuidado con los que saben.

Cuidado con
aquellos que
están siempre
leyendo
libros.

Cuidado con aquellos que detestan
la pobreza o están orgullosos de ella.

Cuidado con aquellos de alabanza rápida
pues necesitan que se les alabe a cambio.

Cuidado con aquellos que censuran con rapidez:
tienen miedo de lo que
no conocen.

Cuidado con aquellos que buscan constantes
multitudes; no son nada
solos.

Cuidado con
el hombre corriente,
con la mujer corriente.
Cuidado con su amor.

Su amor es corriente, busca
lo corriente.
Pero es un genio al odiar,
es lo suficientemente genial
al odiar como para matarte, como para matar
a cualquiera.

Al no querer la soledad,
al no entender la soledad
intentarán destruir
cualquier cosa
que difiera
de lo suyo.

Al no ser capaces
de crear arte
no entenderán
el arte.

Considerarán su fracaso
como creadores
sólo como un fracaso
del mundo.

Al no ser capaces de amar plenamente
creerán que tu amor es
incompleto
y entonces te
odiarán.

Y su odio será perfecto:
como un diamante resplandeciente,
como una navaja,
como una montaña,
como un tigre,
como cicuta.

Su mejor
arte.

Charles Bukowski